17 abril, 2011

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Ayer cogí el autobús donde siempre, como era temprano iba casi vacío asíque pude elegir donde colocarme, lo hice junto a la ventana y pude percatarme que coincidió nuestro trayecto en paralelo con el del tren, quería que nuestro conductor se saltase los semáforos que lo siguiese, buscaba algún hueco entre los edificios y las calles para verlo, me asombraba verlo correr, pronto los edificios comenzarían a agolparse y lo perdería de vista, la cuidad tomaría forma. Atenta desde mi asiento, puse mis sentidos en mi particular persecución, buscándolo entre los recovecos de la carretera de esa forma observe en una callejuela una escena típica de una peli de grandes mafiosos que no se andan con chiquitas, apenas duro unos segundos, tiempo suficiente para ver como unos cuantos hombres acorralaban a otro, uno vigilaba en la esquina mientras se fumaba un cigarrillo, otros formando un circulo alrededor de aquel enclenque hombre observaban como el tipo más grande y corpulento de todos ellos le gritaba encolerizado. No, no soy una heroína.

Cuando baje corría una brisa fría que agitaba mi pelo ¡que sensación tan buena! me dirigí a la biblioteca, mientras andaba buscando los libros entre las estanterías y los ordenadores vi en una mesa un chico ojeando sus apuntes, estaba casi segura de que era el, en clase suelo estudiar su silueta, sus movimientos, me debatí decirle algo, invitarle a tomar algo juntos o que me acompañase a la exposición pero mi timidez no me dejo, pase cerca de él con la cabeza medio agachada saque los libros y charle con la bibliotecaria pelirroja que fue muy agradable , comento que había hecho muy buena elección y que ella debería releérselos, la próxima vez le preguntare su nombre :-)

Al salir fui al centro mientras hice unas compras la tarde se fue consumiendo, tuve que acelerar el paso para llegar antes de que cerrase la sala del Casino. De Joan Castejón me llamo especialmente la atención, El minotauro. Con el síndrome Stendhal picoteándome regrese a casa...