Madrugar un sábado para ir a grabar, que te despierte la lluvia antes que el despertador, preparar claqueta, atrezzo y no puedo olvidarme del paraguas, llegar al tren saltando charcos y recordar que las tardes anteriores salia con Miguel a la calle y nuestro objetivo era hundirnos en esos charcos y reír o correr juntos de la mano entre las calles mojadas sin resbalarnos, el me sujetaba a mi alegando que yo soy torpe y el fuerte. Coger el tren y maravillarme por el silencio de los vagones atestados de gente a primera hora de la mañana, pensar sera la lluvia que adormece y limpia, aprovecharme de esa tranquilidad inusual para leer sin necesidad de cascos, solo con el sonido de las gotas llamando a las ventanas del viejo cercanías, devoraba el libro que me regalo hace tiempo Abraham que contiene ciertos detalles tan precisos que me hacen suspirar. Después monto Sonia y compartimos asiento. Al bajar del tren nos esperaba Cecilia, el cielo parecía haberse tomado un respiro, después recogimos a Maria y nos dirigimos todas juntas a nuestro set de rodaje, la mañana transcurrió entre tomas y muchísimas risas gracias al maquillaje, a momentos donde un cámara pisaba el plano de otro cámara o grandes improvisaciones por parte de los actores que hacían que todo el equipo nos destornillásemos de la risa. Hicimos un descanso para almorzar y fuimos a una panadería donde no sabia que escoger entre tanto bocado apetitoso y donde el olor me cautivaba, regresamos con el almuerzo y tras la charla entre manjares, volvimos al trabajo, entonces el sol calentaba aunque se percibían grandes nubes grises, cuando términos se notaba el ambiente cargado de lluvia de nuevo, cogí el tren de vuelta y llegando a la parada de siempre, la de todas las mañanas, empezó a llover, el cielo se caía con brutalidad, trozos de nube golpeaban el suelo, no tuve mas remedio que esperar asombrada, veía el agua correr inundando por completo todo, pueblo pequeño con socabones en sus calles ya se sabe. Llegue a casa con botas y calcetines empapados y salio Miguel con su sonrisa mellada a recibirme, le dije que me había metido en charcos donde el podría nadar y su sonrisa creció de esa forma que hace que se me pare el corazón. Como estaba cansada nos metimos en mi cama, el jugaba, yo dormitaba. Después Patricia vino a decirnos que era la hora de merendar. Pasamos la tarde, entre tonterías y mas risas, siempre encuentra cosas en mi habitación que le fascinan, nos inventamos historias y jugamos, echa de menos el dino que le preste a Pablo. Se marcho con la promesa de que hoy iríamos juntos al cine.